Desde Sudáfrica
Por Adriana Cabrera Esteve desde Johannesburgo
“Construyendo nuestro propio camino al socialismo, aprendiendo de otros” fue el lema del Simposio de la Izquierda, organizado en la ciudad de Johannesburgo entre los días 7 y 10 de agosto del corriente por el Sindicato Nacional de Trabajadores Metalúrgicos de Sudáfrica (NUMSA), la organización obrera más grande de África. Sin embargo, el encuentro comenzó con un evento dramático. En la víspera, al volver a sus hogares desde la ciudad de Durban, fueron asesinados tres dirigentes locales de NUMSA en la región de Kwazulu Natal: Njabulo Dube, Sibonelo Ntuli y Ntobeko Maphumulo. Aunque el sindicato decidió no suspender el simposio, su presidente Andrew Chirwa, invitó a homenajear a sus compañeros caídos con unos minutos de silencio al realizar la apertura oficial. El homenaje incluyó viejos cantos de dolor y reafirmación de las luchas contra el Apartheid.
Este no es el primer hecho de violencia en el país del fallecido Nelson Mandela. De hecho, hay un antes y un después en la democracia sudafricana luego de la huelga minera que conmovió al país en agosto de 2012 contra la compañía minera inglesa, Lonmin, con 28.000 trabajadores, dedicada a la extracción de platino. Viviendo en condiciones de miseria los trabajadores pedían dialogar con la empresa por un aumento salarial de cinco a doce mil quinientos rands (500U$S a 1250U$S). Ante la negativa patronal a negociar, la huelga continuó y los mineros se concentraron durante días en un pequeño promontorio de la localidad. En un clima de creciente tensión por una imponente presencia policial fueron bajando sus exigencias hasta que el día de la masacre en la pequeña localidad de Marikana, rodeados por 648 policías, varios vehículos antidisturbios y cuatro carros fúnebres se comenzaron a disolver con la sola pretensión de volver a sus casas con vida. La policía disparó contra una centena de hombres armados con palos pero en actitud de sumisión tal cual lo registraron las propias cámaras de la policía. Treinta y cuatro de ellos fueron asesinados a una distancia de dos o tres metros según demuestran las pericias llevadas adelante por el Tribunal que todavía investiga los hechos aunque hasta el momento no ha habido sentencias. La huelga continuó un mes más luego de la masacre. La represión contra el pequeño pueblo minero duró semanas, incluso contra las mujeres indignadas. Una de sus dirigentes, Pauline Masuhlo, fue asesinada a mansalva en las puertas del pequeño local del CNA al que hasta entonces pertenecía, un mes después de la masacre. En total sumaron cuarenta y ocho las víctimas de la represión en Marikana y más de una centena de heridos. El operativo fue llevado adelante por la policía pero su responsabilidad llega a las más altas esferas del gobierno e incluye la complicidad del entonces principal sindicato minero, el NUM, integrante de la federación de trabajadores (COSATU). Otro sindicato minero el AMCU, asumió la lucha de los obreros e intentó una negociación que resultó infructuosa por la negativa patronal en connivencia con la cúpula gubernamental. Una ola de huelgas en las minas siguió a la masacre de Marikana, obteniendo aumentos salariales significativos. AMCU se convirtió en el sindicato mayoritario del sector. Esta semana se cumplen los dos años de la masacre y se realiza un conjunto de actividades conmemorativas apoyadas por la iglesia y un conjunto de organizaciones sociales y de derechos humanos.
NUMSA, por su parte, tiene aproximadamente 350.000 afiliados y es el sindicato más grande de Sudáfrica. Aunque continúa integrando la federación de trabajadores lleva ya varios años polemizando con la línea mayoritaria de COSATU al tiempo que denuncia las políticas neoliberales impulsadas desde el gobierno, la represión a los sindicatos y el desvío por parte del Congreso Nacional Africano (CNA) de los principios expresados en la Carta de la Libertad de 1955.
La situación es por demás compleja visto que el Congreso de Sindicatos Sudafricano forma parte de la Alianza Tripartita en el gobierno junto al CNA y el Partido Comunista Sudafricano. Estos grupos marcaron la historia de su país durante el siglo pasado con su lucha contra el Apartheid y por las libertades civiles y democráticas de toda la población conformada en su gran mayoría por negros. En Sudáfrica, el 76% son negros, el 13% son blancos, un 10% son mestizos y los asiáticos no alcanzan el 3%.
Si bien la historia de segregación y discriminación de la población nativa data desde los orígenes de la colonización holandesa en 1652, se mantuvo luego bajo el dominio inglés. Su territorio, rico en minerales y diamantes, dejó a su población de rehén de la voracidad de los imperios primero y de las multinacionales después. Para los negros era delito criminal romper el contrato laboral e incluso debían pagar un impuesto al trabajo. Aunque la explotación minera incorporaba mano de obra blanca, la población nativa percibía ingresos cinco a diez veces menor. Con la Constitución de 1910, los negros carecían del derecho al voto y a la propiedad de la tierra. Tenían áreas específicas donde podían vivir, los llamados batustanes mientras el 93% de las tierras estaban destinadas a la población blanca.
En 1955, el CNA conformó un frente antirracista con la participación de otras etnias que tuvo como base de acuerdo la Carta de la Libertad. La Carta no sólo proclamaba la abolición del Apartheid, incluía también la nacionalización y redistribución de la riqueza, la soberanía económica, la igualdad ante la ley, el derecho al trabajo, la educación, la cultura, la vivienda, la seguridad, la paz y la fraternidad, así como el goce en condiciones de igualdad de los beneficios producto de las riquezas del suelo sudafricano. Sus militantes fueron duramente reprimidos por décadas e ilegalizados en 1960, cuando decidieron formar el Umkhonto we Sizwe (la Lanza de la Nación) que impulsó la lucha armada.
Con la independencia del dominio inglés, en 1984, pudieron votar los asiáticos y los mestizos pero los negros siguieron sin derecho al voto. Recién en 1990 se inició un proceso de apertura y negociación que incluyó la libertad de Nelson Mandela, preso desde 1963, y la legalización del CNA. Cuatro años después se produjeron las primeras elecciones libres en Sudáfrica que llevó al gobierno a Mandela y al CNA.
NUMSA formó parte de todas esas lides. En el Museo del Apartheid todavía se puede ver el auto de Mandela construido por manos de los sindicalistas metalúrgicos como un presente al líder africano. Sin embargo ya en el proceso de apertura no vieron con buenos ojos el préstamo del FMI de 1993, condicionado a la continuidad de las políticas neoliberales del viejo régimen. Tampoco les pareció bien que Mandela mantuviera en su cargo al Ministro de Economía y al Director del Banco Central Sudafricano del Apartheid. En su opinión, la Constitución de 1996, conducida por Cyril Ramaphosa, ex dirigente minero y mano derecha de N. Mandela, actualmente incriminado en la masacre de Marikana, no creó las bases para llevar adelante la Carta de la Libertad. Por el contrario las grandes empresas siguen depositando en el exterior sus ganancias mientras que el 47% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza, el Índice de Gini se ha elevado a 0.69 y el desempleo se encuentra en un 25% de la población que calculan llegaría a un 40% si se sumara a los que han dejado de buscar trabajo. Hoy la expectativa de vida de un sudafricano blanco asciende a los 71 años mientras que la de un sudafricano negro apenas alcanza a los 48 años. No hay estipulado un salario mínimo, y en su opinión se ha operado una redistribución inversa de la riqueza de los negros hacia los blancos.
Los trabajadores metalúrgicos denuncian que tanto el sector financiero como el industrial están dominados por grandes propietarios privados con altos porcentajes en manos de capitales extranjeros, y otro componente importante en las manos de una nueva burguesía negra.
“Tenemos los derechos pero carecemos de la capacidad económica para ejercerlos”, afirman los dirigentes de NUMSA. Durante su Congreso extraordinario realizado en diciembre pasado, los sindicalistas metalúrgicos evaluaron los veinte años de gobierno de la Alianza Tripartita y decidieron romper con ella impulsando la creación de un Frente Único Contra el Neoliberalismo sin dejar de ser lo que son, una organización sindical de trabajadores. También se proponen explorar la conformación de un Movimiento hacia el Socialismo. Los cuatro simposios de formación política dirigida a sus cuadros obreros de todas sus regiones y sectores, organizados por NUMSA desde entonces se enmarcan en esa búsqueda. A este último, su cuarto módulo, dedicado al análisis de las construcciones organizativas y experiencias existentes a nivel internacional concurrieron delegados de todas partes del planeta. Desde Alemania a Nigeria, desde El Salvador a Filipinas. Algunos como integrantes de organizaciones políticas, tal es el caso del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) uruguayo, el Movimiento PAIS ecuatoriano o el MAS boliviano y otros como representantes de organizaciones sociales, por ejemplo, el Movimiento de los Sin Tierra brasilero. El proceso de discusión culminará en 2015 con una Conferencia sobre socialismo.
*El poder es nuestro (vieja consigna contra el Apartheid con la que finalizan todas sus intervenciones)
Publicado en Brecha